El próximo lunes 8 de diciembre el nuevo templo de la Iglesia Católica Nuestra Señora del Carmen se apresta a cumplir 38 años desde su inauguración en el año 1970.La antigua iglesia había venía entregando la palabra del evangelio desde hace muchos años, pero la iglesia de Cañete había sido destruida por los terremotos de Mayo de 1960, donde cayó al suelo su campanario y la nave central, por lo que lo hubo que derribarla para evitar daños a los feligreses.
Y por coincidencias de la vida, anteriormente había sido Párroco de Ñipas, el Padre Gregorio Monedero, quien había visto arder su iglesia, quemada por un insano del lugar. En esos días de profunda tristeza, recibieron como única ayuda que fue un dinero que reunió en una colecta la Parroquia de Cañete, por ese entonces eran veinte mil escudos. Con esa cifra se inició la construcción de una nueva iglesia, la que se pudo entregar poco tiempo después a la comunidad católica de Ñipas.
Posteriormente el padre Monedero fue enviado por el arzobispo de Concepción para cooperar en la reconstrucción de la Iglesia Parroquial de Cañete y poder retribuir el gesto que los cañetinos habían tenido con sus hermanos de Ñipas”.
Luego don Gregorio, para aprovechar el impulso, construye la nueva casa del Párroco y comienza a levantar un gran Centro Parroquial frente a la Plaza de Armas, al costado derecho de la nueva iglesia.
La primera piedra de la nueva iglesia de Cañete se coloca el día 08 de Abril de 1967 y la inauguración del templo se realizó el día 08 de Diciembre de 1970.
EL GRAN ARTIFICE: EL CURA GOYO MONEDERO
Cuando llegó a nuestra ciudad el Padre Monedero, encontró el edificio de la iglesia en ruinas ya que, como había sufrido graves daños con los terremotos de Mayo de 1960, hubo que echar abajo la torre y toda la parte superior de la nave central. Lo que quedaba del edificio parecía un viejo galpón, absolutamente indigno de acoger las ceremonias del culto católico de la ciudad.
Monederos se dedicó de inmediato a conseguir los planos para levantar una nueva iglesia ya que él había rechazado de plano la iglesia-tipo, de madera y de formas modernas, que el arzobispado había ofrecido a las ciudades cuyos templos se habían derrumbado:
-“Yo no quiero un gallinero para iglesia de Cañete”, contestó al ofrecimiento.
No contaba don Goyo con un solo peso para iniciar su proyecto de construcción pero estaba profundamente convencido de que la Divina Providencia los pondría a su disposición. Su fe en Dios era enorme y nunca dudó ni un solo instante del éxito de la misión que se impuso.
Mientras se preparaba el terreno para iniciar las obras, se recibió en la Parroquia el recibo de cobro de los derechos municipales de construcción. Como el edificio era amplio, de concreto, frente a la Plaza de Armas, los derechos a pagar eran bastante elevados y el cura decidió pedir excención de pago.
El día de sesión municipal, don Goyo llegó tempranito a la Municipalidad. - “¿Qué se le ofrece, Padre?” preguntó, solícita, la secretaria.
- “Quiero conversar con el Alcalde” respondió don Goyo.
- “Qué pena! El Alcalde no lo va a poder recibir hoy día porque va entrando, en este momento, a la Sesión Semanal con los regidores” continuó, compungida, la secretaria.
- “Y acaso las reuniones no son públicas?”, preguntó, desafiante, el cura. - “Por supuesto, Padre! pase no más” terminó la secretaria, abriendo la puerta de la sala de reuniones.
Al verlo llegar, el Alcalde y los regidores se pusieron de pie y el primero, zalamero, saludó:
- “Qué gusto de verlo, Padre! ¿Qué lo trae por aquí?” - “ Como si no lo supieran!”, les espetó el cura y continuó: “La iglesia no es mía, es del pueblo! Yo me voy a morir y no se la voy a dejar a mis herederos. La iglesia es de ustedes! Aquí se han bautizado todos ustedes y sus hijos! Aquí se han casado todos ustedes,...y mirándolos, socarrón, agregó: hasta los radicales! Y cuando llegue la hora (porque va a llegar!) aquí se van a velar también! Si me cobran los derechos de construcción, tengo que pagarlos: eso lo sé! Pero también sé que si los pago, la iglesia nueva va a salir en veinte años más,...y ahí va a quedar el galpón de la iglesia vieja frente a la Plaza! Y con una mirada acusadora y malévola para todos ellos, terminó: “¿Y de quién va a ser la culpa?”
Abreviemos la historia (hagámosla cortita!, dicen ahora): Al día siguiente se tramitó el Decreto Municipal de Excención de Pago de los derechos de construcción de la nueva iglesia del pueblo!
Don Goyo, “cara e` palo”, pidió ayuda a todo el mundo,...y todos le cooperaron! Gente que no había entrado nunca a la iglesia le dió cemento, ripio o arena. La empresa Ingas, que construía el camino de Cañete a Tres Pinos en esos años, le colaboró con maquinaria y con personal. Transportistas como Tomás Ruiz lo ayudaron también en muchas ocasiones. Como el cura sabía que mi familia tenía aserraderos en la Cordillera (La Esperanza y Porvenir), llegó un día a nuestra casa a pedirnos madera. - “¿Cuánta madera necesita, Padre?” le preguntó mi madre.
- “Una camionada será, pues” contestó Monederos.
Mi madre le dio entonces una orden para que retirara desde el aserradero la madera que necesitaba.
Algún tiempo después supimos que el cura había retirado cuatro o cinco camionadas! Cuando inauguró la iglesia, don Goyo agradeció a las personas que le habían colaborado: entre otros “a los Hermosilla, que me regalaron una madera que tenían botada en la cordillera”.
- “De nada, pues!”
El cura dedicó cada peso que recibió a las obras de construcción que emprendió. Su sueldo de profesor de Religión en las Escuelas y en el Liceo del pueblo pasaba, íntegro, para estos menesteres. Para ahorrar plata no le ponía bencina a su jeep y se iba caminando a hacer sus clases a la escuelita de Cayucupil, a unos 7 u 8 kilómetros de Cañete.
Victor Carrasco - Prensa Radio Exito
Extracto del libro “Crónicas”, escrito por Clìmaco Hermosilla Silva.
Extracto del libro “Crónicas”, escrito por Clìmaco Hermosilla Silva.

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